JIMENA EN LA REVISTA INTEGRAL
Paisajes húmedos en el Parque de los Alcornocales
La revista INTEGRAL dedica un extenso reportaje al Parque de los Alcornocales
"El espacio protegido de Jimena de la Frontera posee una excepcional riqueza monumental".
Les ofrecemos un extracto del articulo publicado en la revista Integral por Jesus Cano.
El viajero que acuda al Parque Natural de los Alcornocales, en el extremo sur de la Península, provincia de Cádiz, puede encontrarse de repente en medio de una espesa capa de niebla, por más que el sol veraniego luzca con todo su esplendor. Se trata de las llamadas barbas de Levante, nubes de estancamiento nacidas de la cercanía del estrecho de Gibraltar. Estos bosques de brumas son sólo uno de los rasgos característicos de un clima y una biodiversidad únicos en Europa. Otra peculiaridad climática de este espacio protegido es el llamado “efecto Venturi”, que consiste en fuertes rachas de viento de hasta 145 kilómetros por hora que suben como una exhalación desde la punta costera de Tarifa, en el sur, hasta las sierras interiores de Cortes o Ubrique, en el norte, descargando importantes precipitaciones que convierten esta zona en una de las más lluviosas de España. La abundancia de lluvias determina una rica biodiversidad, en la que destaca el alcornoque. Rey y señor de casi 100.000 de las 170.000 hectáreas del espacio protegido, el Quercus suber se constituye en la comunidad vegetal más representada, pero no en la única. La hegemonía de los alcornoques se ve cuestionada en algunas áreas por especies como el quejigo, roble pequeño y robusto dominante en umbrías y vaguadas, donde la humedad es bastante más elevada. Las laderas de suelos empobrecidos, azotadas constantemente por el viento, también asustan al alcornoque, que deja paso a plantas de matorral, como la jara, el brezo o la robledilla.
El corzo, en libertad
Tampoco le gusta al árbol del corcho mojarse los pies y en las tierras encharcadas de bujeo deja paso al acebuche (Olea europaea sylvestris), el olivo silvestre, cuyo cultivo iniciaron los fenicios en Gades hace 3.000 años. Finalmente, en los cursos de los ríos, el alcornoque mira desde las alturas los bosques de galería y los canutos, guardianes del agua y refugio de algunas especies que en la Era Terciaria cubrieron los bosques de la zona del sur y del centro europeo. Estos bosques de ribera son una importante área de caza del águila pescadora y un auténtico santuario de nutrias pero, sobre todo, de multitud de invertebrados como la libélula, que tienen en los petirrojos o los pájaros mosquiteros a sus principales depredadores. Dentro de la fauna, la joya del parque es el corzo, que comparte hábitat con rapaces nocturnas y diurnas, como el búho chico o el azor; reptiles como el eslizón ibérico; anfibios como el gallipato o pequeños predadores como el meloncillo. Y para quien esté dispuesto a conocer aún más a fondo el parque, a internarse en las abundantes oquedades, la oportunidad está en las múltiples especies de murciélagos. Multitud de especies animales se benefician del complejo ecosistema que tiene en el alcornoque su piedra angular.
Producción de corcho
Estos árboles han formado durante siglos una perfecta relación simbiótica con el hombre: el cortador desbroza el sotobosque que asfixia al árbol y éste le proporciona a cambio leña y, sobre todo, el preciado corcho. Por si fuera poco, la saca de corcho se realiza cada nueve años durante el verano y aún hoy se sirve de técnicas tradicionales. El periodo de descorche ha de coincidir con la máxima actividad vegetativa para que el árbol se recupere lo antes posible. Tras la pela, se van apilando las panas o cargas de corcho, trasladadas mediante caballerías para más tarde pesarlas y clasificarlas. Para el viajero, uno de los principales alicientes es descubrir en su propio entorno cómo se obtiene este producto que es natural y posee cualidades que no pueden superar otros materiales artificiales. El corcho es un perfecto aislante que sirve para fabricar tapones o recubrir el interior de las naves espaciales. Hoy, sin embargo, la subericultura puede estar en vías de extinción por el auge de los tapones sintéticos, supuestamente más adecuados para conservar vinos. Pero ésta es una batalla aún por decidir, en la que el corcho, cuyas virtudes siguen dando sorpresas, tiene el apoyo ecologista. Ante otros árboles de crecimiento rápido que amenazan con sustituirlo, el alcornoque es un seguro de vida frente a incendios, por la dificultad que el fuego encuentra para devorarlo. Peor suerte han corrido otros aprovechamientos forestales de este parque. El carboneo, que hace poco generaba mucho empleo, o la recolección de plantas aromáticas y medicinales (poleo y mostaza). En el olvido ha caído también la corta de palmas de palmito, destinada a crin vegetal para sillones y sofás. La progresiva decadencia de estas labores ha llegado junto al despoblamiento de la zona, que apenas se remonta a unas décadas atrás. La escasa presencia humana en el interior del parque contrasta con la cercanía de importantes aglomeraciones, como la bahía de Algeciras o la Costa del Sol, exponentes de la voraz sobreexplotación del territorio; pero aún encontraremos acogedores pueblos, como Alcalá de los Gazules, en los mismos bordes del parque, con un conjunto monumental típicamente andaluz, donde la blancura de las casas destaca entre el entorno verde. También en las lindes del espacio protegido está Jimena de la Frontera, con una excepcional riqueza monumental. Desde su alcazaba árabe se puede ver el mar. Más alejados del perímetro del parque están Arcos de la Frontera, una de las localidades más bellas de España, o Medina Sidonia, situada en el corazón de la provincia de Cádiz. Medina, fundada por fenicios originarios de Sidón, ofrece un catálogo completo del pasado peninsular: prehistoria, restos fenicios, monumentos romanos, visigóticos, árabes y, por supuesto, cristianos.
Arte prehistórico
Por ejemplo, la Cueva de la Laja Alta, en Jimena de la Frontera, ofrece pinturas de embarcaciones fenicias en el Mediterráneo.
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