lunes, 13 de agosto de 2007

CARTEIA Y SU AREA


CARTEIA

HISTORIA DE NUESTRA COMARCA

CARTEIA
Durante la Antigüedad, nuestra comarca conoció un momento de esplendor motivado por su posición geoestratégica, por las facilidades que ofrecía para el comercio marítimo y por la abundancia de recursos naturales. Todas estas circunstancias fueron responsables de que las comunidades locales prosperaran desde un entramado poblacional que significó los inicios del mundo urbano en la zona. Nos referimos a los enclaves turdetanos, conocidos como oppidum, formados por asentamientos en mesetas elevadas, por lo general rodeados de murallas y que son quienes interactúan con fenicios y púnicos y suponen la realidad que se encuentra Roma cuando queda como potencia dominante.
Su ubicación en zonas de articulación costa-interior, sobre cerros de elevada posición que permiten el control de áreas extensas, la interconexión visual entre algunos de ellos y de éstos con zonas donde existe una larga tradición poblacional, como puede ser el caso de Garganta del Cura, hunde sus raíces en conceptos espaciales protohistóricos, en los que las poblaciones evolucionaron hacia modos urbanos dentro de un ámbito fuertemente ligado a valores culturales arcaicos, como pueden ser las zonas de santuarios y pinturas rupestres y, de forma fundamental, con las vías y caminos. Además del mencionado, en las orillas del pantano de Charco Redondo, existen otros grandes asentamientos en Monte de la Torre (Los Barrios), Silla del Papa (Tarifa), Mesa de los Ángeles, Oba y Cerro Carretero (Jimena), Cerro del Infante (San Roque) y, fuera de la comarca administrativa, pero en el mismo espacio, Lacipo, en Casares.
Con la llegada del nuevo orden que imponen los latinos, algunos de estos núcleos van a sufrir decadencia o abandono (sobre todo a partir del período imperial), o se transformaron en ciudades romanas obedeciendo a nuevos patrones de asentamiento y a nuevas necesidades organizativas, aunque también conviven con emplazamientos de nueva planta, como puede ser el caso de Iulia Traducta.
Junto a Carteia, las ciudades romanas que le acompañan, Iulia Traducta (Algeciras), Baelo Claudia (Bolonia), Oba (Jimena), Barbésula (Pueblo Nuevo de Guadiaro), Mellaria (Tarifa). La Algeciras romana -para la que se insinúa un origen poblacional norteafricano, la Tinger Altera- ha ofrecido significativos hallazgos, entre los que sobresalen los restos de factorías de salazones en la zona del Parque de las Acacias. Baelo Claudia, la mejor conocida y la que conserva un mejor entorno de todas, se ha convertido en un referente internacional para la comprensión del urbanismo de una ciudad romana, como así lo demuestra el hecho de ser uno de los monumentos más visitados de Andalucía. Oba, como decíamos, corresponde a la evolución de un asentamiento local de época protohistórica, en la que los recientes trabajos de investigación han puesto al descubierto imponentes construcciones que reflejan el sistema de murallas y accesos a la ciudad, así como la erección de un notable templo. Situada en la desembocadura del río Guadiaro, en un punto donde anteriores asentamientos de época fenicia utilizaban esta vía para penetrar hacia el interior, Barbésula sigue siendo aún una gran desconocida, de la podemos apreciar la elevación que sustentaría la parte alta de la ciudad, a modo de acrópolis. Otros enclaves que podemos considerar como ciudades, como es el caso de Mellaria, frecuentemente citada en las fuentes y los itinerarios clásicos, aportan, por el momento pocos datos sobre su ubicación exacta, si bien, a falta de estudios en profundidad, hoy es aceptada la idea de su emplazamiento en la zona de la desembocadura del arroyo Vaquero en Tarifa.
Junto a estos centros urbanos, conviven otros de menor importancia, como sería el caso de Caetaria, en la playa de Getares, que conserva su topónimo, relacionado con las actividades de cetárea, es decir, transformaciones pesqueras. Este tipo de instalaciones son frecuentes en nuestra zona -recordemos Guadalquitón-Borondo- ya que constituían la principal actividad económica, desarrollándose desde el inicio con la extracción de los recursos marinos, la transformación en productos elaborados y su posterior envasado y comercialización. En este sentido, hay que hacer notar la importancia de las industrias alfareras que proporcionaban las ánforas para el transporte y que se evidencian a través de numerosos restos de hornos y testares que sería largo especificar aquí y sólo mencionaremos los del Rinconcillo, Villa Victoria y Venta del Carmen, por haber sido estudiados. Por otro lado, también habría que incluir actividades para la producción de sal, en la zona de marisma en el interior de la bahía, de la que el nombre Saladillo, quizá sea un topónimo fósil.
Una de las incógnitas aún no resueltas por la arqueología de la zona es la localización de un enclave denominado Portus Albus en el Itinerario de Antonino y que el historiador sitúa entre Carteia y Mellaria. Actualmente se barajan dos hipótesis, o bien se ubicaba en la zona del Rinconcillo, o es una manera de nombrar al puerto de la ciudad de Traducta.
Con todo, la unidad de explotación agropecuaria la constituía la villa, auténticas haciendas que se desplegaban por el territorio adscrito a las ciudades, ocupando buenas tierras para los cultivos, procurando el acceso a los pastos y al agua dulce, insertándose en vías y caminos, aprovechando pequeñas elevaciones que facilitaran el contacto visual entre ellas, etc. Se han podido localizar estas fincas -en una cifra cercana a la centena- sobre todo a lo largo de los valles de los ríos, algunas bien estudiadas, como la del Puente Grande, otras con materiales muy interesantes, como la de Marchenilla. En muchas podemos apreciar restos de pavimentos y estructuras, estancias, dependencias secundarias a la villa, piletas, silos, etc. En algunos casos, la presencia de muros de gran grosor y la situación de los mismos, nos hacen pensar en posibles lugares de control de los caminos.
Junto a la riqueza de manifestaciones derivadas de la vida de los habitantes en la Antigüedad, la parcela de la muerte nos brinda numerosos vestigios de costumbres, rituales y creencias en un número elevado de cementerios, tanto los que se disponían a las afueras de las murallas de las ciudades, como los que acogían a los moradores de pequeñas poblaciones o complejos periurbanos Las investigaciones más recientes en la necrópolis de Baelo, en Villa Victoria y en la propia Algeciras, ponen a la luz los restos de nuestros antepasados que se convierten en vehículos en el tiempo, para trasladarnos informaciones y conocimiento de su existencia.
Igualmente, posibles infraestructuras portuarias, tramos de calzadas y vías, indicios de acueductos, conducciones y aljibes y otras manifestaciones resisten en el subsuelo, en ocasiones casi perdidas o en peligro de desaparecer, tarea que precisa de la implicación de las administraciones y la ciudadanía, en un claro compromiso con la protección de nuestro patrimonio.


Una serie elaborada por Daniel Antequera, guía del yacimiento y licenciado en Historia del Arte; Margarita García Díaz, coordinadora del yacimiento de Carteia; y María Isabel Gómez Arroquia, arqueóloga del yacimiento

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